Noticia: “Las esperanzas respecto a la IA generativa pasa por legislar con valentía para asegurar la protección del ser humano”
4 de septiembre de 2024
Hay quienes sostienen que el fenómeno de la IA es equivalente al de la aparición de internet, en tanto en cuanto ambos suponen cambios estructurales a nivel global. ¿Es posible establecer esa analogía?
Por supuesto. La aparición de internet cambió el mundo y la IA puede volver a cambiar de una forma totalmente masiva su estructura tecnológica, política, social, económica y, por supuesto, cultural.
Del entusiasmo tecnológico a la posibilidad de vivir realidades distópicas que antes eran casi exclusivas de la ficción. ¿Hay espacio para la esperanza con la IA?
Sí, pero es una esperanza que pasa por preservar los derechos de las personas por encima de los derechos de las empresas que desarrollan las máquinas. La IA de por sí no es un problema, pero lo es el uso capitalista que se le quiere dar a una herramienta como esa. Hay esperanza porque los estados están comprobando que hay que regularla de una forma que garantice la protección del ser humano.
Sería conveniente trascender una visión dicotómica (bueno/malo, a favor/en contra) para gestionar adecuadamente este fenómeno de la IA?
Es imprescindible. He participado en varios procesos en los que se está hablando precisamente en esos términos de la IA, proponiendo visiones constructivas y positivas, sin olvidar los riesgos. Esa superación de la visión dicotómica ya se está haciendo, lo que pasa es que habría que hacerlo de forma más transparente, más participativa y más valiente. La sociedad no se ha visto partícipe de estos procesos analíticos.
Una vez efectuado el diagnóstico, ¿qué se puede hacer ante este fenómeno?
Todo pasa por legislar y crear una normativa segura, una normativa valiente y de gran amplitud. Legislar, entre otras cuestiones, la protección de datos, la suplantación de identidad, el derecho al honor y a la intimidad, la propiedad intelectual o el derecho al trabajo. Toda acción que se lleve a cabo para responder a este fenómeno tiene que pasar por legislar, desde un consenso social y también político, para afrontar los cambios que hay que hacer, que son muchísimos.
¿Hasta qué punto es posible limitar los efectos adversos de la IA mediante mecanismos legales?
Definitivamente es posible, siempre y cuando exista una legislación potente y valiente. De hecho, ya están apareciendo sentencias en EEUU que anteponen los derechos de las personas por encima de las pretensiones de empresas muy poderosas.
¿Deben los autores cobrar derechos de autor por obras que no sean exclusivamente generadas por sí mismos?
El hecho de utilizar herramientas, sobre todo en el ámbito digital, es una realidad aceptada y hasta una necesidad para el desempeño de su trabajo. La IA sería otra de esas herramientas, aunque es verdad que sin la debida regulación puede llegar a suplantar al propio artista.
El conflicto de derechos entre creadores humanos e la IA generativa ¿no termina en breve, desde que la IA monopolice toda creación de contenido cultural o artístico al ser exponencialmente más barata y rápida?
Ese es el grandísimo reto que tenemos por delante. No creo que sea capaz de monopolizar toda la creación, pero ocupará tanto que afectará notablemente a un sector cultural que ya de por sí está en situación de extrema precariedad. La mayor parte del trabajo artístico no está destinado al arte contemplativo, sino que tiene un uso industrial en campañas de publicidad, comunicación, cartelería, industria musical, marketing digital, etcétera. Si las empresas, mediante IA generativa, son capaces de crear por sí mismas todo ese contenido y no necesitan para nada a los creadores humanos, sin la debida regulación la potencial destrucción de empleo podría ser muy grande.
El planteamiento actual parece que condena al ser humano a desempeñar un papel de mero testigo de los cambios -primero- o víctima de los mismos -después- ¿Es posible trascender esa visión determinista?
Es posible y necesario. Pero pasa por poner al ser humano en el centro de todo y generar una interlocución con la sociedad, creando mecanismos de participación para dotarnos de una normativa sólida que aporte seguridad jurídica no solo a los creadores, sino a toda la ciudadanía.