Noticia: Don Antonio
30 de marzo de 2017
Artículo de Manuel Lobo Cabrera. Historiador, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Académico de Número de la Academia Canaria de la Lengua
Nos ha dejado don Antonio Bethencourt Massieu en su Las Palmas natal, que le había reconocido como su hijo predilecto. Con él se nos va una generación de historiadores de raza que han mantenido los estudios históricos de Canarias en la cúspide. Don Antonio Rumeu de Armas, don Francisco Morales Padrón y don Antonio Bethencourt formaban un trio inigualable, donde cada uno teniendo presente siempre a Canarias profundizaba en distintos aspectos de nuestra historia, pero a los cuales les unía un rasgo común: su amor y su entrega a Canarias. Estas últimas razones fueron las que decidieron en su día a los distintos jurados proponerlos para los Premios Canarias de Acervo Socio-Histórico.
Nuestro don Antonio han mantenido la antorcha de su vocación y de su preocupación por los temas de Canarias hasta el final de sus días, pues como tal ha dirigido el Anuario de Estudios Atlánticos que creara don Antonio Rumeu en 1955 con el mismo rigor y el mismo ímpetu y entusiasmo con el que nació la señera revista del mundo atlántico. Ese Atlántico del que don Antonio hacía gala para hacer hincapié en que la historia de nuestras islas no puede entenderse sin ese inmenso Océano que une tres continentes, Europa, África y América, y en donde Canarias se sitúa en medio de esa encrucijada.
Don Antonio vivió de sus pasiones: la historia, la crítica, el amor a su tierra y especialmente su preocupación, siempre, por sus alumnos, los más antiguos y los más recientes. En ese sentido quisiera rememorar su figura, entendiendo su maestría como una figura de autoridad que conducía a buen puerto a aquellos que se ponían bajo su tutela y dirección. En su deambular por distintas universidades españolas: Valladolid, La Laguna, la UNED, Las Palmas de Gran Canaria, fue dejando en cada una de ellas alumnos de gran solvencia histórica, que luego han continuado su labor.
Hombre zagaz y perspicaz solía atinar en los temas necesarios para el estudio, la investigación y la profundización de la historia, Ya lo demostró el mismo con su obra fundamental sobre José de Patino, ministro italiano al servicio de Felipe V, una investigación de primera mano sobre las relaciones internacionales en el comienzo de la etapa borbónica en España.
Sin embargo don Antonio evoluciono con los años hacia una historia más cercana. Le interesaba y le gustaba más la historia más social, la historia de los hombres de carne y hueso, aquellos que con su quehacer hicieron que la sociedad avanzara. Por ello, muchos de los temas que dirigió tuvieron que ver con estos aspectos. El elenco de alumnos y de estudios dirigidos por el maestro sería amplio, porque tanto le preocupaba la historia moderna como la contemporánea y la económica, ampliando su estudio a los temas sociales, demográficos, agrícolas y políticos.
Tuve la suerte de ser alumno de don Antonio de Bethencourt y de seguir sus enseñanzas y su ejemplo, desde el año 1975, en que terminé mis estudios de Historia en la Universidad de La Laguna. Mis primeros pasos en esa labor se iniciaron con un trabajo de clase sobre el trabajo asalariado en Gran Canaria, que don Antonio apreció, para a partir de ahí dirigirme la tesis, y convertirse en mi tutor al serme asignada una beca de Investigación del entonces Ministerio de Educación y Ciencia
Muchas cosas se podrían decir del maestro, pero quizá su mayor labor fue crear escuela de historiadores en Canarias, porque casi todos los profesores que ejercemos nuestra profesión en las universidades canarias han tenido que ver directamente con su dirección y tutelaje. El mismo se ampliaba a lo personal, con lo cual existía un engranaje perfecto entre lo intelectual y lo humano.
Su dirección no se limitaba solo a firmar un papel, sino a una implicación que iba más allá, pues después de una lectura detenida de los trabajos elaborados por sus alumnos, venía su dirección más efectiva dedicada a orientar, a sacarle partido a los documentos, a hacer la crítica pertinente a las fuentes y a los textos para que al final, como decía el, sacar una obra redonda. Y muchas fueron las obras redondas que don Antonio llevó a buen puerto a través de sus alumnos, de tal modo que muchas de la tesis dirigidas por el maestro fueron galardonadas con premios insulares, regionales y nacionales.
En sus últimos años ha seguido en la brecha, dirigiendo y comprometiendo a historiadores de aquí y de allá a seguir la senda dela búsqueda de nuevos materiales, que permitieran ir avanzando en el mayor conocimiento de la Historia de Canarias y de España.
En este día aciago en que uno no se hace a la idea de su perdida, quisiera recordar, para seguir recordándolo, aquellas palabras que pronunciara la viuda de José Saramago, Pilar del Rio, cuando falleció el premio Nobel, que no había que llorar por su perdida, sino que quienes debían llorar eran aquellos que no habían tenido la suerte de conocerlo. Le conocí y mucho, pues supe de su magisterio y especialmente de su persona cargada de humanidad, a pesar de aquel carácter que de entrada espantaba.
Hasta siempre don Antonio.