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Noticia: ‘El embrujo del agua’, fotografía para reconciliarnos con la naturaleza

27 de agosto de 2020

“Fotografiar es poner el ojo, la cabeza y el corazón en el mismo punto de mira”, escribe Henri Cartier-Bresson en su libro ‘Fotografiar del natural’ (Editorial Gustavo Gili, 2003), máxima que también podría resumir la trayectoria artística del fotógrafo grancanario Marcos Martín, quien inaugura, el día 3 de septiembre, la exposición denominada ‘El embrujo del agua’ en la Casa-Museo León y Castillo de Telde, muestra anticipo enmarcada en las X Jornadas del Agua que se desarrollarán en dicho museo dependiente de la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario del 30 de septiembre al 2 de octubre.

Si el fotógrafo francés pasó de la fotografía de personas a la pintura en sus últimos años de vida, Martín ha pasado de retratar realidades distantes como el hambre en Etiopía, la espiritualidad en la India o las catástrofes naturales en Indonesia, a centrarse en captar con su cámara nuestra relación con la naturaleza. Y lo hace desde un enfoque crítico, de denuncia de la soberbia con la que el ser humano trata a su entorno, viviendo siempre de espaldas a la naturaleza. Para él, el amor es el motor de cualquier cambio, y, a través de cada una de las historias que cuentan sus fotografías, parece empeñado en poner de manifiesto que la única solución para no destruir la naturaleza y acercarnos al suicidio de la especie, es recordar la sentencia de Bresson: poner en el mismo eje el ojo, el corazón y, sobre todo, la cabeza.

Llevas veinte años dedicado a la fotografía y, desde hace diez, tus instantáneas reflejan un compromiso ecológico.

Marcos Martín.  Es que creo que vivir de espaldas a la naturaleza es quizás el mayor acto de soberbia del ser humano. Quizás con más razón en este momento que nos ha tocado vivir, cuando la explotación de los recursos está muy por encima de lo que la naturaleza nos permite.

¿Qué nos muestras en tu próxima exposición, El embrujo del agua?

M.M.  La muestra habla del desarrollo histórico de la gestión del agua en Canarias, desde los primeros pobladores como, por ejemplo, con la explotación en el árbol Garoé cavando pequeños pozos, hasta el modelo tradicional ajeno a la desalación. Es decir, tanto del agua en la naturaleza de las islas como de esos modelos de explotación tradicionales que nos han ayudado a aprovechar el recurso sin quemar el medioambiente. 

En tus fotografías encontramos ejemplos de armonía entre naturaleza y aprovechamiento de los recursos en todas las islas.

M.M. Me emociona saber que el campesino lanzaroteño toma el fuego, que es el elemento más devastador, y lo convierte en su aliado, ya que aprovecha que el picón retiene la humedad para plantar la vid y utiliza las piedras más grandes para hacer los goros y que salgan esos cultivos maravillosos. Eso en Lanzarote y Fuerteventura, ambas islas extremadamente erosionadas por razones geológicas, aprovecharon el agua embalsada en el subsuelo y así no desperdiciar ni una gota. En Fuerteventura el cultivo en gavias es digno de admiración, en Canarias nos hemos adaptado pese a que las condiciones no eran las más favorables.

¿Qué mensaje podemos extrapolar de ‘El Embrujo del agua’?

M.M.  Bueno, mi mensaje y también mi pensamiento es ver la naturaleza como una oportunidad que hay que aprovechar responsablemente, sin abusar. En Canarias, el ecosistema es especialmente generoso con nosotros. Vivimos en uno de los puntos calientes en biodiversidad a nivel planetario, también en generación de energías renovables y, creo, que caemos en la tentación de ir por el camino fácil y rápido… quizás no sea el más adecuado. 

¿Podemos enderezar el rumbo?

M.M. Lamentablemente creo que el cambio cultural de acercarnos más a la naturaleza va a ser mucho más lento que la emergencia que la situación requiere. Yo creo que la única forma es apelar a la responsabilidad de cada uno, también al modelo educativo. Hacer entender que no se pueden tener actitudes contrarias al sostenimiento del entorno natural y creo que tocando el corazoncito es lo más efectivo. El amor es el mayor guardián y motor que mueve al ser humano y lo que realmente nos une.

¿Qué exposición te gustaría inaugurar dentro de veinte años?

M.M. (Silencio) La misma…, sí creo que la misma porque significaría que hemos conservado, al menos, lo que ahora tenemos. Mis fotografías siempre miran hacia nuestra riqueza ecológica, así, que, si la conservamos y de paso vamos recuperando endemismos, nuestra biodiversidad, eso ya sería maravilloso.  Que las aguas bajen canturreando por los barrancos libre y no entubada para que riegue los árboles y llamen a la lluvia, buscar otro tipo de soluciones…Creo que lo mejor es enamorarnos del cielo donde vivimos.

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