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Noticia: La memoria en construcción

23 de octubre de 2020

Es casi imposible calcular cuántas fotografías se sacan al día en el mundo. Los motivos de los fotógrafos pueden ser variados: captar una injusticia, un hecho insólito o cotidiano, mover conciencias, la pose de Instagram, pero el fin último es inmortalizar un momento para que quede en la memoria. A esta facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado le dedica la Unesco, desde 1992, el programa Registro de la Memoria del Mundo, consagrado a preservar y proteger las costumbres y aspectos prácticos culturales.

En Gran Canaria, el custodio de nuestro patrimonio audiovisual es el doctor en Historia moderna y contemporánea, Gabriel Betancor Quintana. En el marco de la FEDAC (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria), entidad dependiente del Cabildo Insular de Gran Canaria, ha sido capaz desde 1994 de articular el corpus de un archivo que se inició con 18.000 imágenes, y que ahora acumula más de 600.000, de las que 106.000 están a disposición de la ciudadanía en su web.

Su libro, que se presenta el día 27 de octubre en la Casa de Colón, a las 20:00 horas, es un legado que recorre nuestra historia desde la llegada de la fotografía a Gran Canaria, apenas un año después de la presentación pública del daguerrotipo en Paris, en 1839, hasta la actualidad.

El invento arriba a la isla en tiempos del cólera y, ahora, en medio de otra pandemia, lo hace el libro de Betancor Quintana ‘La fotografía en Gran Canaria. 1840-1940’ que edita Ediciones Remotas. Una obra mayúscula, imprescindible para indagar en la historia de la isla y su evolución a través de la fotografía. Si, como dijo el escritor José Saramago, “somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos”, la publicación del historiador nos acerca y confronta, aportando una visión sorprendente, con la imagen colectiva que tenemos de la isla.

Su actividad en la FEDAC se asemeja a la de un cazador de tesoros

Gabriel Betancor. Qué va, yo me considero más un archivero forense, me dedico a levantar cadáveres documentales. Realmente trabajo en un lugar que fija, une, limpia y, de paso, mata la cultura popular de Gran Canaria. Es como el diccionario de la RAE, que fija, pule, coarta y suprime los aspectos más vivos de la lengua española, hasta que pasan unos años y admite nuevos vocablos. La FEDAC se dedica a estudiar y poner en valor la cultura y las tradiciones, así como descubrir aquellas que se están perdiendo.

Entonces… parece contradictorio

G.B. Es que la tradición no se descubre, sino que es un invento, un proceso ideológico cultural que se construye generación tras generación. Las identidades de los archipiélagos atlánticos comenzaron a gestarse en la segunda mitad del siglo XIX y es una variante insular tropical de aquellas tradiciones africanas que crearon los europeos. Por ejemplo, piensa en Sombras del Nublo. Más tradicional que eso no hay nada, ¿verdad? Pues fue una canción para alegrar el oído de una turista que vino a visitarnos. Igual que el traje de Néstor, ambas tradiciones son creaciones para satisfacer el deseo de consumir lo exótico.

¿Qué papel juega la fotografía en la construcción de nuestra memoria histórica?

G.B. ¿Qué imagen de la isla se te viene a la cabeza si hablo de Gran Canaria? La del Roque Nublo, o la de los paisajes de la isla, ¿verdad? La fotografía modificó por completo la forma de entendernos a nosotros mismos y a los otros. Fue utilizada para construir una serie de iconos en la que nos reflejamos. También se convirtió en una herramienta de poder, por ejemplo, en Canarias nos cuenta la historia de los espías extranjeros. Muchos de sus reportajes, aparentemente turísticos, eran en realidad para informar de la situación en las Islas, porque tanto Alemania como el Reino Unido planeaban la ocupación del Archipiélago. Así, por ejemplo, Basil Miller se encarga de realizar el reportaje fotográfico para documentar los planes la Operación Pilgrim.

En su libro incluye también un poema de Tomás Morales

G.B. Lo incluyo porque sintetiza bien la memoria que la sociedad canaria empezaba a tener de sus vinculaciones con los británicos. Los ingleses pasaron a ser los grandes valedores de la españolidad de las Islas, donde se hacían garden parties en el club británico y hasta la poesía expresaba que éramos una colonia sin bandera. Todo estaba en manos británicas y eso despertó suspicacias. En su segunda visita, en 1928, Primo de Rivera viene a inaugurar la CICER (Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riego), que se hizo con capital hispano-belga para desplazar a la Gran Canaria Electric Company y, por tanto, su influencia. Cuando llega, lo reciben en Las Canteras con pancartas y banderas británicas y el tío se coge un mosqueo importante. En el libro hay una fotografía, en la que está junto al alcalde, donde se puede observar su cara de enfado. Las autoridades locales tienen que recordarle el hecho de que la isla se ha construido esterlina sobre esterlina.

Si hablamos de identidad…

G.B. La construcción de la identidad canaria ha idealizado la vida en las islas, para un pueblo que generalmente es bastante pobre y desestructurado. Hemos incluso idealizado la opresión. Eso está muy bien, sobre todo para las clases dominantes… Hemos idealizado un paraíso exótico-tropical donde hay doscientos y pico mil parados permanentemente y donde la mayor parte de la gente se gana la vida por cuatro euros atendiendo a los turistas. De hecho, esa construcción ideológica cultural que llamamos identidad canaria es la que ha sustentado el régimen de la economía desde el año 78-79. Y yo no digo que sea bueno ni malo, sino que es así.

Su libro recoge la fotografía en Gran Canaria hasta 1940.

G.B. En el año 40 se pone en marcha el Mando Económico de Canarias y todo: la cultura, la sociedad, la economía queda bajo control directo de los militares. Y ahí es donde termino el libro, ahí lo dejo…

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