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Noticia: El espíritu de Lope revive en el Cuyás con ‘Peribáñez y el comendador de Ocaña’, de Noviembre Teatro

9 de abril de 2021

La compañía Noviembre Teatro, dirigida por el que fuera máximo responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), Eduardo Vasco, regresa al Cuyás con su nueva propuesta: una extraordinaria versión del clásico de Lope de Vega ‘Peribáñez y el comendador de Ocaña’ prevista los próximos 23 y 24 de abril en el recinto del Cabildo.

La versión está firmada por Yolanda Pallín, una de las mayores especialistas de nuestro país y colaboradora habitual de Noviembre. Licenciada en Filología y Arte Dramático y profesora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD), Pallín versionó antes para la misma compañía otros textos de Lope (‘No son todos ruiseñores’, ‘La fuerza lastimosa’) y Shakespeare (‘Hamlet’, ‘Noche de Reyes’, ‘Otelo’, ‘El mercader de Venencia’ y ‘Ricardo III’), que en su mayoría han podido verse también en el Cuyás.

El reparto lo integran Rafael Ortiz, Isabel Rodes, Alberto Gómez Taboada, Elena Rayos, José Ramón Iglesias, Francisco Rojas, Antón José Vicente Ramos, Manuel Pico y Daniel Santos, a los que viste otro colaborador habitual de la compañía, el modisto Lorenzo Caprile (‘Maestros de la costura’, TVE).

Las últimas entradas para este espectáculo pueden adquirirse en la taquilla del Teatro Cuyás (calle Viera y Clavijo de la capital grancanaria) y la página web www.teatrocuyas.com.

 

De villanos y señores

La nueva obra, una de las más conocidas de Lope, cuenta cómo el comendador sufre un accidente en un lance de la fiesta de los toros durante la boda del villano Peribáñez y la labradora Casilda. Al recobrar el sentido, aquel queda enamorado de la joven, despertándose en él una pasión que acaba siendo obsesiva. Para conquistar a su amada, el comendador debe burlar al flamante marido, al que desprecia por su condición de villano, así que lo envía lejos del pueblo. Sin embargo, el súbito regreso de Peribáñez, que acaba sospechando de la traición, desencadenará un sangriento final típico del Siglo de Oro.

En ese sentido, Peribáñez, labrador voluntarioso que debe traspasar sus límites sociales para detener a un representante del poder que, desmedido, amenaza su honor, defiende algo que se antoja muy moderno pero que pertenece al ser humano como un valor universal: la dignidad personal.

La historia es pues la del villano que se enfrenta al poderoso, que no cede ante el abuso de poder, algo impensable para la sociedad de la época de Lope, que aúna en ‘Peribáñez y el comendador de Ocaña’ las cualidades que definen y aportan valor a su producción dramática: la ruptura de las leyes aristotélicas, un concepto del teatro como arte para entretener al espectador y una carpintería teatral que crearía escuela más allá de su tiempo.

 

Palabra de director

Recuerda Eduardo Vasco que “desde la primera vez que llevé al Fénix a escena hasta hoy han pasado más de dos décadas y casi una decena de títulos”. “Es probablemente el autor que más veces he montado”, señala el director, quien confiesa que “me gusta leer a Lope, me gusta escenificar a Lope. Adoro su frescura, su verso ágil y bello, y su concepto del amor desmedido, poderoso y fugaz”. “Admiro su aprecio, su defensa de la dignidad de la persona por encima de las convenciones sociales. Y me rindo ante su producción poética y dramática, tan inabarcable y tan variada”.

A  su juicio, “una obra de Lope aporta un tipo de vitalidad muy particular, un concepto del tiempo dramático muy preciso y la maravillosa oportunidad de usar un castellano depurado y preciosista que parece brotar de los personajes sin dificultad”.

“Peribáñez me atrapa de manera especial porque, además de ser una de las obras más señeras de su repertorio, es, en esencia, la historia de una respuesta imprevisible ante un abuso de poder que parecía imparable”, argumenta Vasco, para quien “la convención social de la época solo ampara al poderoso y deja completamente desvalido al humilde que, finalmente, debe defender a su familia y a su casa saltándose el orden establecido”. La conclusión parece, a su juicio, clara: “si el orden de las cosas no es justo, acaba saltando por los aires”.

Y a propósito de sus objetivos al montar esta obra, adaptada a nuestro tiempo y a sus espectadores, pero sin perder de vista el original, cuenta que ha intentado que “el espectador pueda, mientras disfruta del espectáculo, plantearse algunas cuestiones sobre su presente mientras contempla una historia del pasado”.

“Entendemos que ofrecer los clásicos al espectador es una responsabilidad, pero también una cuestión de disfrute artístico. La consideración de los dramaturgos del Siglo de Oro, en este caso Lope de Vega, como autores eruditos nos parece un despropósito cultural. No hay que olvidar que nuestros autores áureos escriben teatro para contar historias a la gente sencilla, entretenerla, enriquecer su espíritu y, en ocasiones, producir una reflexión. Creemos que el teatro debe ser, sin perder sus cualidades ni sus virtudes, accesible; y para ello trabajamos”.

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