Noticia: La Biblioteca Insular se convierte en una milonga para poner en valor el espíritu del tango y de los escritores argentinos que lo enaltecieron
7 de junio de 2021
En los compases del tango hay hueco para todo, incluso para lo que se ha perdido. El baile que fascinó a Borges, sobre todo por ser la puerta al Buenos Aires de barrios bajos y violentos que tanto espacio encontraron en la prosa y versos de su universo literario, protagoniza el viernes, 18 de junio, el programa de la nueva entrega del ciclo ‘Patios con Rima’ que organiza la Biblioteca Insular de Gran Canaria.
‘El tango, una ristra de reproches’ se denomina la iniciativa que, en dos sesiones previstas a las 19:00 y a las 21:00 horas, se celebra en su azotea al aire libre con el novelista y periodista Carlos Álvarez y los dos bailarines Adriana Herrera y Damián Desmarás, como artífices de una tarde-noche en la que el público podrá comprobar la energía y el fulgor incandescente de un baile que nació en Río de la Plata entre 1850 y 1890, y que la UNESCO declaró Patrimonio Mundial Inmaterial de la Humanidad hace apenas una década.
La canaria Adriana Herrera y el argentino Damián Desmarás sienten devoción por el género. Con la ayuda de varios textos seleccionados por el escritor Carlos Álvarez extraídos de la producción de autores como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Carlos Onetti, entre otros, dibujarán con sus movimientos acompasados en el espacio de la terraza de la biblioteca, cuatro populares tangos que forman parte del pálpito sonoro de infinidad de generaciones: ‘Sin palabras’, de Enrique Santos Discépolo, ‘La vida es corta’, de Ricardo Tanturi, ‘Silueta porteña’, de Nicolás Luis y Juan Ventura Cuccaro y, ‘La última curda’, de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo.
Los dos extremos de la vida
Herrera, que baila este género desde hace 20 años, advierte que el tango tiene tres estilos diferenciados. El suyo personal de bailar y enseñarlo se caracteriza “por la pasión con que se entrega con su pareja en un abrazo y por la búsqueda constante de la técnica en la evolución del tango argentino”, dice.
Será la primera vez que participe en un acto en el que se entremezcle la literatura y el baile. “El tango entró en mi vida y se quedó para siempre”, señala la canaria, que ha perfeccionado su estilo en academias y eventos de Barcelona y Madrid. “Me atrapó su conmovedora música y sus letras profundas sobre el desamor. Refleja los dos lados de la vida. Si una no sabe lo que es sufrir tampoco descubrirá lo que es amar”, subraya la bailarina, que en realidad procede del ámbito de la salsa cubana. “Cuando escucho un tango tengo la necesidad de expresarme con el cuerpo”, añade.
Considera que el tango argentino “no está encasillado como lo está el tango europeo, que está conceptuado entre los bailes de salón. El tango te permite expresarte con libertad de movimientos porque es orgánico. Practicamos el tango social y no el tango show”, dice. “El baile es el abrazo y la conexión con tu pareja. Lo que surge se produce al instante y nace desde la improvisación, de una entrega cuerpo a cuerpo y de la energía que se produce en ese momento. Cada uno y una debe extraer de dentro lo que le nazca, porque bailar es hablar con los pies y el alma”.
Por ello otorga mucha importancia al papel de su pareja. “Somos dos fundiéndonos. Cada vez que abrazas a alguien para bailar lo haces con la convicción de que sin él no es posible la magia. Si nos limitados solo a expresar matemáticamente el ritmo no transmitimos la libertad del diálogo que se produce entre ambos”, explica Adriana Herrera que fundó en 2011 la Asociación Tango Sol Islas Canarias con el fin de fomentar y desarrollar actividades tangueras en cada uno de los rincones del Archipiélago, la cual agrupa a casi un centenar de amantes del tango que lo bailan en las denominadas milongas (espacios en los que se practica).
Ni popular ni arrabalero
El tango no es triste, ni popular, ni arrabalero. O al menos no nació así en un ambiente proletario y multicultural, donde la ciudad de Buenos Aires empezaba a disolverse en el campo y los criollos se mezclaban en los arrabales con los inmigrantes europeos. “El tango surge de la milonga, y es al principio valeroso y feliz. Y luego va languideciendo y entristeciéndose”. Lo cuenta alguien con la autoridad de haber nacido casi al mismo tiempo que el tango: Jorge Luis Borges, uno de los autores escogidos por Carlos Álvarez para esta sesión a la que convoca la Biblioteca Insular. El tango era algo oculto, clandestino. Al principio solo se bailaba entre hombres. Hasta que llegó a París, la ciudad a la siempre miró Buenos Aires.
Es la condena del alma argentina, que vive lamentando lo que pudo haber sido y no fue y confortándose con la idea de que está condenada a un éxito que nunca llega. Borges habla de 1910, el momento de la expansión mundial del tango, y dice que entonces Buenos Aires “era la capital de un país creciente, donde la pobreza era una cuestión de una generación, a lo sumo”. En 1965 ya se ve su nostalgia al hablar de “ese país que fuimos hasta hace poco”. 50 años después, la discusión es similar. Por eso Borges recomienda refugiarse en la música. “El tango nos da a todos un pasado imaginario, todos sentimos que, de un modo mágico, hemos muerto peleando en una esquina del suburbio