Noticia: “Tenemos que construir un discurso alternativo basado en la igualdad y en la justicia social”

2 de marzo de 2022

¿De qué habilidades personales y herramientas intelectuales cree usted que deberían estar dotados los hombres para ser capaces de acometer una revisión de la masculinidad hegemónica?

Se trata de un compromiso, personal y colectivo, que implica una militancia diaria, compleja, en la que tendremos que ir renunciando a posiciones cómodas y de poder, asumiendo responsabilidades que hasta ahora no hemos tenido, y siendo capaces de ir aprendiendo y rectificando. No es una tarea fácil porque todos llevamos un machista dentro, pero tenemos que asumirla, no tanto por lo que egoístamente vayamos a ganar con ella, sino porque es una cuestión de democracia y de justicia.

¿Le preocupa el proceso de involución al que asistimos en España con el auge de la extrema derecha que niega que la violencia tenga género y su discurso exhibicionista contra el feminismo y contra leyes que ha supuesto evidentes avances en igualdad?

Tenemos que construir un discurso alternativo basado en la igualdad y en la justicia social. Necesitamos, más que nunca, hacer mucha pedagogía. Y, por supuesto, ahora, también más que nunca, es necesario que los hombres nos desmarquemos de las posiciones reaccionarias y de los discursos de agravio que sitúan al feminismo y las feministas como enemigas. Para ello, entre otras cosas, hay que darle autoridad científica y política al feminismo.

Algunas corrientes insisten en que la masculinidad no existe y que sólo hay masculinidades, muchos modos de ser hombre. ¿Está de acuerdo con este planteamiento?

Yo diferenciaría dos niveles. De una parte, existe algo así como una megaestructura de pensamiento que es la masculinidad, sobre la que hemos construido el orden cultural y simbólico del patriarcado, y que como tal penetra en toda la sociedad, incluidas las mujeres. Y, de otra parte, existen los hombres que, lógicamente, y aunque estemos todos cortados por un mismo patrón uniforme, el de las expectativas de género patriarcales, respondemos a distintas realidades. En función de circunstancias personales y sociales. Siempre hay que enjuiciar el género atravesado, de manera interseccional, por factores como la edad, la clase social, la procedencia, la opción sexual, la religión, … Tal y como hace ya tiempo el feminismo lo planteó al cuestionar una mirada etnocéntrica y limitada sobre las mujeres.

¿A quién podría incomodar y porqué que las mujeres estén consolidando importantes conquistas personales y sociales?

Evidentemente a nosotros, acostumbrados a dominar el espacio público, a ser la autoridad en el privado y a construir nuestra individualidad a costa de la subordinación de ellas. Somos nosotros los que nos resistimos a compartir poder, a asumir responsabilidades en lo privado y a dejar de ser los importantes. Nos están obligando a bajar del púlpito y a que cuestionemos las reglas del juego que durante siglos dimos por naturales. Y eso nos incomoda porque nos obliga a resituarnos en el tablero y a romper con las jerarquías que durante siglos nos han dado a nosotros un trato de favor.

Usted ha insistido en que necesitamos un nuevo proyecto de humanidad en el que los géneros sean abolidos y en el que pongamos la ética del cuidado y la vida en el centro. ¿Estamos muy lejos aún alcanzar ese modelo?

Creo que hemos ido avanzando de manera significativa en las primeras décadas del siglo XXI, que el feminismo ha alcanzado unos niveles de movilización y de incidencia en las políticas públicas muy relevantes, pero me temo que todas estas conquistas son muy frágiles. Y esto pasa, insisto, entre otras cosas, porque los hombres pasemos a la acción contra todas aquellas prácticas, actitudes y palabras que nieguen la igual humanidad de las mujeres. Además de que tendríamos que tener todas y todos muy claro lo dañino que es el discurso de la “libertad” sin tener en cuenta los obstáculos que muchos y sobre todo muchas siguen teniendo para tener una vida digna.

 

 

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