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Noticia: Christian Santana: “Todas las personas tienen sus luces y sombras y las ciudades no se quedan al margen”

23 de noviembre de 2023

El mes de noviembre sabe festejar la vida y la muerte como ningún otro. Y, puestos a morir, el histórico barrio de Vegueta, germen de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, no es un mal lugar. Así lo sugiere al menos ‘Muerte en Vegueta’ (Cosecha negra Ediciones, 2023), la primera incursión del escritor Christian Santana Hernández en los escenarios canarios, dentro del género criminal por el que siente especial predilección. Esta historia tiene tres protagonistas: un asesino despiadado, un policía de la vieja escuela y el barrio de Vegueta. Las adoquinadas calles del casco histórico de Las Palmas de Gran Canaria se convierten en el escenario de una oleada de crímenes con una gran carga simbólica y literaria. Este sugerente thriller se presentó en la Casa-Museo Pérez Galdós, en otro barrio capitalino ‘novelero’ por excelencia, Triana.

No es habitual situar el histórico y tranquilo barrio de Vegueta, en la capital grancanaria, como el escenario de los crímenes de un asesino en serie. ¿Cuál es la fuente de inspiración de ‘Muerte en Vegueta’?

La fuente de inspiración es el mundo que me rodea. Para ‘Muerte en Vegueta’ y para todo. No obstante, en este caso, el barrio capitalino es el lugar en el que viví durante un tiempo y forma parte de mi vida actual porque me gusta caminar por sus calles. Por eso no es casualidad que la primera de mis obras que tiene lugar en Canarias sea en Vegueta.

¿Cree que hay un lado ‘oscuro’ y desconocido en la historia de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria?

Todas las personas tienen sus luces y sombras. De manera que las ciudades que son habitadas por estos no se quedan al margen. Las Palmas de Gran Canaria, tampoco. He leído mucho sobre esta ciudad, pero no hay que irse muy lejos. Con prestar atención a las secciones de Sucesos en la prensa podemos entender que no estamos en la Arcadia. Sin embargo, al igual que con las personas, debemos saber dónde pisar. El mundo, y la condición humana siempre ha sido así. Otra cosa es que lo sepamos (o nos apetezca) o que tengamos la valentía para entrar hasta las entrañas. Porque el miedo, precisamente, por ser lo que es, se suele intentar ocultar. Sin embargo, está cerca de todo y de nada. Y es que el mal o lo malo existe como contraposición necesaria al bien o a lo bueno. Se alimentan el uno del otro

Asegura la sinopsis de ‘Muerte en Vegueta’ que en este libro, Christian Santana Hernández explora todos sus lugares fetiche. ¿Cuáles serían y por qué han sido elegidos?

Vegueta es pura magia. Caminar por sus calles es como viajar al pasado, y eso se respira. Con cada paso nuestras huellas se mezclan con siglos y siglos de una sociedad alimentada por su condición de entrada y acceso a distintos continentes. Tenemos una posición envidiable y eso ha marcado incluso nuestra forma de ser. Podría haber usado muchos más lugares, pero opté por aquellos que son especialmente representativos (Plaza de Santa Ana, la fuente de Espíritu Santo, la Plaza de Santo Domingo…) Pongo el caramelo en la boca, y, después, que cada uno cierre los ojos y se deje llevar.

Suele explorar en sus novelas los personajes “que están en el fango”. ¿Sucede así en esta última entrega? ¿Qué los hace tan atractivos?

Eso es muy cierto, y, por supuesto, también pasa en ‘Muerte en Vegueta’. Creo que más que atractivos son reales, vigentes y auténticos. Una afirmación que parte de mi plena convicción de que, como decía Darwin, nos adaptamos al medio. Sinceramente, admiro eso del ser humano, su capacidad para adaptarse, para no darse por vencido. Por supuesto, estoy generalizando. De hecho, quizá el tanto por cierto de personas que son así ha ido disminuyendo a lo largo de los años por múltiples razones (entre las que destaco la deshumanización y el individualismo de una sociedad que no piensa en el bien común). Sin embargo, soy optimista. Ciertamente, soy un optimista con los pies en el suelo, y, por eso, me importan especialmente las personas que juegan en equipo y aquellas que no aceptan su situación, aunque estén en las cloacas.

Vivimos en un mundo en el que tener ideas propias es soportar una dosis de martirio, aceptarlo es sano y productivo. Luchar y rebelarse contras las injusticias, más aún. Este es el golpe en la mesa que doy con mis obras. Por eso mis personas luchan. No se rinden. Es lo que quiero para las futuras generaciones, para el mundo en el que vivimos. Mi deber moral es contarlo como escritor, que haya personajes que, pese a estar en lo más profundo del fango, conserven sus valores y quieran salir adelante sin limitar las libertades de los demás.

El género criminal es una constante en su producción literaria de ficción. ¿Cuál es el origen de esta querencia y por qué cree que se dirige su creatividad hacia ese género?

La muerte está presente en nuestra existencia desde el mismo día en que nacemos. De hecho, a partir de ese momento, estamos más cerca de ella. A esto se le une la ‘cobardía’ de esta sociedad. Temer a lo desconocido es la muestra clara e inequívoca de lo infantiles que podemos llegar a ser. De ahí que, al mismo tiempo, nos produzca interés, atracción. Es como el fuego. Sabes que, si te acercas, te quemas, pero una parte de ti siente la atracción de estar lo más cerca posible. En lo que respecta a mi creatividad, yo hablo de las personas, de la condición humana, del mundo que estamos llevando a la deriva sin despeinarnos, sin el menor pudor. Mi literatura, como dije antes, es una necesidad moral y existencial. Si no escribo, me explota la cabeza. Si no agito las conciencias, no cumplo con un papel que todos debemos asumir. La crítica abre los ojos, la autocomplacencia nos vuelve títeres de un sistema interesado en que no se hable de ciertas cuestiones, de que no se le ponga nombre a determinados asuntos. 

Residió durante 30 años en Reino Unido, por lo que su vida y su formación son un claro reflejo de esta larga estancia. ¿Cuál ha sido la principal repercusión de esa experiencia vital a nivel literario?

Soy de Telde, hijo de María Jesús (Mari Luz) Hernández y Carmelo Santana (Navarro); nieto de Isabel y Pepe, y de María y Juan. Son estas personas las que te marcan. El lugar te madura, pero son estos los que te moldean. Como le digo a mis alumnos, en casa se educa y en la escuela se enseña. Quizá mi escuela fueron las ciudades en las que viví, y Londres ocupa un lugar primordial. Salinetas también, pero Londres me abrió el cerebro al mundo, Salinetas, a la humildad. De ahí que la cultura inglesa esté muy presente en mi forma de ser y de pensar. Es la razón también por la que bebí, junto con el biberón, muchas obras de la literatura inglesa. En el fondo, es casi normal que siempre tuviera claro que quería doctorarme en la literatura de las islas y en William Shakespeare.

También es un especialista en literatura inglesa y William Shakespeare. ¿Cómo resumiría, grosso modo, las principales influencias del autor inglés en la literatura universal?

Shakespeare es el canon. Lo dijo Harold Bloom y Christian Santana lo tiene meridianamente claro. Lo tiene todo, pero, en especial, es espejo de la condición humana. Todos estamos representados en sus obras. Todos, como seres maravillosa y hermosamente imperfectos.

¿Cuáles son sus siguientes proyectos después de ‘Muerte en Vegueta’?

‘Muerte en Vegueta’ está escrita desde hace dos años, pero siempre dejo madurar, respirar, mis trabajos. Yo no paro. Escribo y sigo. En ocasiones, al presentar una novela me la debo volver a leer porque no recuerdo partes de la misma, ya que desde su finalización hasta la presentación puedo haber escrito una o dos obras y mi cabeza está en estas últimas. ‘Keep walking’, así veo la vida. Siempre adelante, con humildad y ganas. Cada día aprendo, cada día caigo y me levanto. Hoy toca hablar de ‘Muerte en Vegueta’, pero, por ejemplo, ya hay otra novela terminada, y una más muy avanzada. Como dije antes, si no escribo mi cabeza explota. Además, me preocupa mucho el mundo que estamos dejando y no me puedo quedar con los brazos cruzados.

Sobre el autor

El doctor y escritor Christian Santana Hernández, nació el 8 de julio de 1975 en Telde (Gran Canaria). Doctorado en Filología Inglesa por la Universidad de La Laguna, está especializado en literatura inglesa y en William Shakespeare. Estudiante de universidades como Oxford University, King´s College de Londres y Birbeck College (University of London), su trayectoria académica es reflejo de una vida que ha transcurrido entre Reino Unido y Canarias.

Forma parte de la European Shakespeare Research Association y ha sido miembro del Institut of English Studies (University of London), de Friends of Shakespeare´s Globe, de la International Shakespeare Association, y de Shakespeare Birthplace Trust. No en vano, participa continuamente en congresos internacionales e imparte conferencias sobre literatura y, en concreto, sobre la producción de William Shakespeare.

Su primera experiencia editorial tuvo lugar en 2010 con la primera edición de ‘Shakespeare: un mundo de amor y de locura’, una obra que se emplea en numerosas universidades y que es referente habitual en investigaciones especializadas, razón por la que se tuvo que reeditar en 2016. A ello hay que unir su tesis doctoral sobre la literatura inglesa del XVI, y la participación como conferenciante en distintos congresos y seminarios literarios, además de sus sucesivas publicaciones.

Su incursión en la narrativa se produjo en 2014 con ‘La ratonera de Van Gogh’, a la que siguieron ‘Artistas del odio’ (2015) y ‘Desmontando a Provotz’ (2016). Son tres novelas que forman parte de la trilogía ‘Trazos del destino’ y que obtuvo una importante aceptación del público y de la crítica literaria. Tras esto, en 2018, se  publicó ‘Pacheco’, considerada como una de las diez obras de la literatura canaria de ese año, no en vano, en la actualidad, se trabaja en un proyecto cinematográfico para llevarla a la gran pantalla. Luego, a finales de 2020, salió a la luz ‘La partida’, que cosechó muy buenas criticas y que sigue siendo especialmente demandada. Y, ahora, en 2023, se publica ‘Muerte en Vegueta’, su primera obra que tiene como escenario Las Palmas de Gran Canaria. 

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