Noticia: Ejercicios de Suelo, una propuesta visual, sonora y táctil de Atilio Doreste
16 de septiembre de 2021
En realidad, Atilio Doreste es un geógrafo, un cartógrafo que anda el mapa. Sus recorridos en las Islas Canarias desarrollan unas trayectorias concisas e invisibles en un territorio donde transcurren varias realidades sobrepuestas.
Básicamente trabaja en el entorno natural donde registra procesos de huellas y rastros que se van produciendo simultáneamente en el tiempo en capas sobrepuestas. Un espacio multidimensional que solo el artista está en condiciones de experimentar con sus acciones artísticas realizadas directamente en el territorio. Para Doreste esta experimentación directa con los procesos acumulativos de la sedimentación -aspecto muy importante en la formación de las islas- tiene como finalidad relacionar conocimiento con experiencia, no en vano Doreste es también profesor universitario y aplica el análisis de lugar propio de la investigación académica.
Pretende que recuperemos la capacidad de asombro, remarca y pone en evidencia aspectos que nos pasan desapercibidos a nuestros sentidos. Esta relación del artista con el territorio como exploración y búsqueda de una nueva realidad empezó con los dadaístas que, con Tristan Tzara a la cabeza, guiaba a sus compañeros a sobrepasar los límites de la ciudad y adentrarse, de una manera azarosa y sin un propósito o finalidad definida a la Banlieue de París, aquel territorio donde la ciudad pierde su nombre y empiezan los Terrain Vagues, es decir, los espacios intersticiales, vacíos urbanos, áreas obsoletas, espacios residuales. En definitiva, zonas de fricción entre lo urbano y lo natural.
Este es el espacio donde el artista - explorador contemporáneo- ejerce su práctica mediante sus trayectorias y sus relaciones, ya que este espacio no es un lugar homogéneo: está compuesto por pedazos, fragmentos sin una continuidad aparente pero que en el trabajo de Doreste se establecen una serie de relaciones, tanto sonoras, visuales como táctiles.
Las deambulaciones son un acto artístico y transgresor que los situacionistas -
creadores de situaciones- conocían bien. Si el mapa es una representación de
la realidad, la deriva -este paseo sin rumbo guiado por el azar- es la experimentación directa de esta realidad: andamos el mapa. Esta aproximación, sin traducciones de la complejidad de lo que nos rodea, nos confiere un componente afectivo o emocional del espacio. Experimentamos los cambios estableciendo diferentes niveles de atracción o repulsión mediante movimientos entre fronteras fluctuantes y porosas. En realidad, el paisaje nos ofrece miles de posibilidades de recorrido, y el mero hecho de atravesar un espacio -establecer una trayectoria- es en sí mismo una acción artística.
En los años 90, Francesco Carreri y el grupo Stalker empezaron a explorar fuera de los limites administrativos de las ciudades, en su búsqueda encontraron lugares marginales, periferias olvidadas, y las tierras de nadie, antecedentes posibles del trabajo artístico de Doreste.
Como propuso Merleau Ponty, actualmente no se trata de proporcionar más información, si no lo que se necesita es dar testimonio. La acción artística está asociada a nuestra capacidad de formar o deformar la realidad, en definitiva, es reflejo de nuestra visión del mundo.
En la exposición ‘Ejercicios de Suelo’, la acción artística es una manera de apropiación de un territorio, y esta apropiación puede ser mental, física o sensorial, es por este motivo que se mezclan sonidos, olores, sentimientos, sensaciones, estados de ánimo, e incluso sueños. Obviamente no es un mapa topográfico y científico, pero estas nuevas cartografías de la realidad son tan necesarias como los mapas de carreteras o redes de comunicación. Lo que define al tipo de trabajo artístico que nos propone Doreste es un punto de observación que no está fijo, sino en movimiento constante, tomando una posición relativa y sobre todo móvil en el paisaje, o más concretamente en el suelo primordial de la isla.
Hay que verlo como un proceso dinámico que representa flujos visibles e invisibles con la intención de ejercer una interpretación de la realidad cotidiana llena de desechos, como esta inmensa isla de plástico que flota en el atlántico -135° a 155°O y 35° a 42°N_ del tamaño de la península ibérica. El espacio que establece Ejercicios de Suelo pretende reflejar que existen temporalidades diferentes, un sistema de relaciones que nos ayudan a comprender las interferencias de una realidad enmarañada. Acciones en el tiempo y del tiempo, registradas de una manera visual, audible y táctil. El ambiente sonoro está definido por las marcas de la movilidad, creando una identidad sonora de cada lugar, los registros de audio reflejan algunas capas que operan en este lugar de una manera parcial e imprecisa -que es la única manera de registrarlas- de esta realidad. Estudiar sonoramente las fronteras y estas capas nos ofrece gradaciones de una complejidad indescriptible. Porque de lo que habla este trabajo es de la complejidad de un universo mezclado donde la todo es móvil, evanescente y huidizo. La teoría de la complejidad trata de la imposibilidad de llegar a una conclusión fidedigna, cada elemento por sí solo, se puede estudiar científicamente y puede ser perfectamente predecible, pero al reunir varios elementos -de la índole que sean- en un grupo, se creará una trama de relaciones tan tupida que no hay modo de desenmarañarla. Los flujos invisibles crean tensiones, y en esta interacción de capas y redes todo funciona simultáneamente.
Cuando hablamos de capas, es algo que tiene relación con el tiempo, o mejor
dicho con una relación fractal del tiempo. Es un reflejo de sus matices temporales y los microacontecimientos. Está relacionado a la aleatoriedad, la casualidad y la coincidencia. Se relaciona como nos sugiere Carl Gustav Jung con el término de sincronicidad. La sincronicidad será la conexión de varias capas de la realidad con una coincidencia significativa de patrones que se relacionan. La sincronicidad no se produce en un solo nivel, si no que conecte varios niveles: es una interconexión. En 1967, Michel Foucault nos advertía del cambio de paradigma en nuestra sociedad que ha pasado de unas relaciones temporales, por unas relaciones espaciales: el espacio del mundo contemporáneo es un espacio heterogéneo de lugares y relaciones, en contraposición de la concepción del mundo -vigente hasta mediados del siglo XX- donde todo estaba ordenado jerárquicamente. Según el pensamiento de Foucault vivimos dentro de una red de relaciones, el concepto Heterotopia tiene relación con la referencia a un espacio heterogéneo de lugares y relaciones que no solo define la era postmoderna si no que prefigura la red global en que estamos inmersos actualmente. Reflejar esta realidad es necesario para situarnos en esta amalgama de lo que nos rodea.
Doreste es un artista peripatético (palabra que proviene del griego que significa
"caminar sobre") en recuerdo de Aristóteles y sus discípulos que caminaban en
circulo alrededor del Liceum, acción que les ayudaba a pensar. Thomas de Quincey pasaba días enteros deambulando en largos paseos aleatorios alrededor de Londres. Charles Boudelaire se definía (o mejor dicho, lo definió Walter Benjamin) como un Flâneur, es decir, un tipo que vagaba por las calles: callejeaba, abierto a todas las vicisitudes que encontraba a su paso. Parecido es el caso de Gustav Wyneken (amigo de Walter Benjamin, que le escribió su última carta) y el movimiento Wandervögel (literalmente aves de paso o quizá más acertadamente aves migratorias) movimiento de juvenil de finales del XIX que por su práctica intelectual consistía en huir a la naturaleza y andar sin rumbo fijo durante días y semanas por los bosques primigenios alemanes, cabe decir que este grupo es considerado como antecesores del movimiento contracultural. Wandervögel fue disuelto por el nazismo en 1933. Ejemplos todos ellos de artistas o intelectuales que andaban por lugares por donde se supone que "no deberías ir" como alguna vez expresaron los integrantes del movimiento Urban Exploration. Robert Smitson, otro paripatético, decía que los caminos no nos llevan a los lugares, los caminos son lugares.
El espacio moderno -cabe decir postmoderno- no es continuo, está compuesto
por pedazos, fragmentos, trozos, que tiene una continuidad sin ser necesariamente contiguos. Las uniones se producen mediante relaciones, la idea de limite a perdido precisión, no sabemos dónde empiezan o terminan las cosas, es algo difuso. Es por esta causa que es necesario explorar más allá de los circuitos comerciales, turísticos o administrativos; existen otros espacios en los que es posible detectar marcas, signos o trazados. Existe por lo tanto otro concepto de lugar, entendido como cruce de tensiones, de acciones y confluencias. El artista es un creador de lugares, tal como decía De Certeau, los lugares que vivimos, que circulamos o nos movemos no desaparecen, quedan en nuestra memoria, esta idea es la base de la psicogeografía y la geografía emocional. El Zahorí no es el que excava el pozo, es el que lo señala. Las obras de Doreste participan de este concepto, por esta razón hemos empezando diciendo que en realidad construye el paisaje, es un cartógrafo que marca confluencias, señala percepciones, descubre intersecciones, cruces espaciales y explora límites.
Josep Cerdà, es artista sonoro y catedrático de escultura de la Universidad de Barcelona.