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Noticias: Entrevista a Jonay Armas, compositor de la suite ‘La tierra que tuvimos’

22 de julio de 2022

“Esa cueva que nos mira y no deja de hacernos preguntas”. El pianista Jonay Armas ha crecido fascinado por los secretos de Cueva Pintada y los enigmas que esconde el yacimiento arqueológico y su museo. “Aquello era como viajar en el tiempo, como levantar el manto de los años y encontrarnos ahí, de frente, con el tiempo pasado que nos espera para interrogarnos”. Por eso, recibir el encargo de realizar una composición ‘a medida’ para celebrar el XVI Aniversario del Museo y Parque Arqueológico ha supuesto un reto y una llave para abrir la caja de Pandora del pasado que tanto ha soñado descifrar.

‘La tierra que tuvimos’ es una suite para piano en cuatro tiempos, creada exprofeso para esta ocasión. La obra trata de dialogar con el pasado, con el presente y con el futuro del territorio de la Cueva Pintada y encontrar, en una expresión puramente musical, sin palabras y únicamente a través de las notas del piano, todo lo que ese lugar hace resonar en el interior de su autor.

Basado en las formas geométricas predominantes en la Cueva, el cuadrado, el triángulo y el círculo, los cuatro movimientos se despliegan con ánimos diferentes, pero con un mismo discurso, como una sola obra. El estreno absoluto de ‘La tierra que tuvimos’ coincide con el aniversario de la apertura al público del enclave, el 26 de julio de 2006. El espectáculo comienza a las 19:30 horas, en el interior de las instalaciones del Museo y Parque Arqueológico, con entrada libre hasta completar aforo.

P.- ‘La tierra que tuvimos’ es una obra musical creada ex profeso para el Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada. ¿Es la primera vez que afronta un proyecto de esta magnitud?

R.- Son ya más de quince años dedicados a la música para el cine y con un trabajo siempre dedicado a su relación con la imagen. Más allá de mis producciones para vocalistas y otros intérpretes, este es el primer encargo de una pieza puramente instrumental comisionada por un museo, lo que supone un reto muy hermoso y una oportunidad preciosa para plasmar mi manera de entender la música en un homenaje a una entidad que forma una parte importante de la identidad isleña.

P.- Asegura que su composición, una suite en 4 tiempos para piano, está basada en las formas geométricas predominantes en la Cueva, esto es, el cuadrado, el triángulo y el círculo. ¿Cómo es posible realizar esta sinestesia, esta asociación de la música y la geometría?

R.- La vinculación de esta obra pianística con la geometría es un concepto que surge desde el mismo comienzo de la composición, cuando visito la propia cueva en busca de algo que pueda servir como material de partida para concebir la pieza. El propio concepto de los cuatro movimientos y la relación entre todos ellos ya sugiere la forma del cuadrado mientras que el triángulo o el círculo están presentes en la estructura de las propias piezas, que regresan al mismo punto o bien se desenvuelven en espirales hasta encontrar un punto de no retorno. Ha sido importante pensar en figuras sobre las que edificar la composición para concebirla del mismo modo que las pinturas de la cueva.

P.- ¿Cuál es su fuente de inspiración a la hora de poner música al pasado aborigen de la Isla? ¿Dónde está su punto de partida?

R.- En esto también fue clave visitar el museo y permanecer dentro de la pecera que permite acercarse a la Cueva Pintada. Allí se respira una energía especial, el resonar de un pasado que nos interpela, que nos hace también protagonistas, como si fuese la cueva la que nos mirase y no al revés. Eso nos otorga una cierta responsabilidad como ciudadanos, como personas encargadas de preservar el lugar. Mi idea con la música del pasado parte de un retumbar, de un simple motivo de dos notas, como si alguien golpease un tambor, para luego desarrollar esa idea y explorar todas sus posibilidades. Quería partir de lo sencillo, de una idea primitiva, para luego trabajar con ella y moldearla hasta el extremo, que me acompañase siempre. De aquí surge un leitmotiv que va a acompañar toda la pieza; al fin y al cabo, es con este pasado con lo que estamos intentando dialogar desde los otros espacios temporales que plantea la obra.

P.- ¿Le une alguna relación especial a Cueva Pintada?

R.- Recuerdo visitar el museo durante mi infancia y que el paisaje que forman las excavaciones me produjo un fuerte impacto, aquello era como viajar en el tiempo, como levantar el manto de los años y encontrarnos ahí, de frente, con el tiempo pasado que nos espera para interrogarnos. Mi visita reciente a la cueva para preparar el proyecto ha hecho que reviva esas emociones, sentir ese mismo estremecimiento de la primera vez.

P.- La suite está pensada para ser interpretada en consonancia con distintas producciones audiovisuales de Cueva Pintada. No en vano, es compositor de bandas sonoras para el cine. ¿Compone pensando siempre en asociar la música a imágenes? ¿O solo dependiendo del proyecto?

R.- Es cierto que trabajo mucho con la música descriptiva, en el reto de convocar, sin la ayuda de las palabras, historias o imágenes que reviven en forma de sonidos. Muchas de las piezas de mis dos álbumes para piano, ‘Nui’ (2015) e ‘Indigo’ (2019) se mueven por esa misma línea: vivencias personales que acaban convertidas en piezas para piano, como si se tratase de un diario escrito en forma de música. Pero cada proyecto, efectivamente, es un mundo y no siempre este tipo de música es lo más adecuado. Mi mayor preocupación siempre es dejar a un lado mis deseos o mis gustos personales y pensar desde la honestidad qué es lo que necesita la película, o el proyecto de la naturaleza que sea, para poder contarse de mejor manera a través del sonido. Qué puedo hacer yo, desde la música, para tratar de conseguir más de lo que el autor de la obra quiere conseguir. En este sentido, he gozado de mucha libertad para la composición de ‘El tiempo que tuvimos’De hecho, aunque los dos movimientos centrales de la pieza están pensados para acompañar la coreografía de dos ballets pertenecientes a la serie ‘Cueva pintada se mueve’, la versión de concierto de estos movimientos es bastante más libre y extensa, porque la interpretación en directo siempre tiene otros tiempos y otras necesidades.

P.- A pesar de que aprendió música desde la infancia, no fue sino hasta su etapa universitaria cuando descubrió y se enamoró de la música clásica. ¿Es la suya una vocación tardía?

R.- Totalmente. Se podría decir que estaba destinado a ocurrir, porque cuando llegó fue todo un torrente. Mi formación estuvo basada en la música contemporánea y en el estudio de los géneros más populares. No me acerqué a la música de concierto, especialmente a la música sinfónica, hasta casi los veinte años. Su riqueza, su colorido, sus posibilidades y su expresividad me tienen atrapado desde entonces. Es el género que más me interesa y el que sigo estudiando cada día.

P.- El cine es su otra gran pasión. Asegura que una película no puede separarse de la música para hilvanar el discurso narrativo. ¿Cómo se introduce en la composición para el séptimo arte?

R.- Tuve mucha suerte, porque desde el inicio mi aspiración era participar en el mundo del cine, es algo que siempre me ha apasionado. Empecé con algunos pequeños documentales y luego trabajé en algunas producciones de ficción realizadas en Canarias. Viví unos años en Madrid cuando empezaba a dedicarme por entero a la composición y eso fue clave para encontrar una red de proyectos que necesitaban música y a los que yo podía ofrecer mi manera de entender las cosas. Creo que los cineastas aún no han encontrado el verdadero potencial de la música en el cine para poder contar sus historias y mi labor sigue siendo ayudarles a entender las posibilidades de este medio expresivo.  

P.- Está muy involucrado en la producción de cine hecho en Canarias, ha dicho que cree que es importante no perder el vínculo con el origen y, además, estar presente en un momento decisivo en la historia del cine del archipiélago. ¿Por qué lo es?

R.- Creo que es importante contar nuestra historia, hablar del lugar de donde venimos, visibilizarlo, darle el contexto que merece y reivindicar su importancia en la construcción de nuestra identidad. Tengo el privilegio de acompañar, desde la música, a toda una generación de cineastas que educaron su mirada a partir de lo que proponía el Festival de Cine de Las Palmas durante sus primeras dos décadas. Este trabajo empieza ahora a dar sus frutos en forma de repercusión a nivel internacional. Venecia, Berlín, Locarno, también Gijón o Málaga en el panorama nacional ya han sido testigos de estas producciones con corazón canario. Trabajar junto a ellos está siendo un desafío y un aprendizaje constante. Coincidir en el tiempo con estos talentos ha sido todo un regalo.

P.- También escribe sobre cine en la revista ‘Caimán, Cuadernos de Cine’. ¿Está especializado en algún género cinematográfico o ama el cine en su globalidad? ¿Cómo se enfrenta a la crítica de una película, influye su faceta musical?

R.- Mi trabajo en el mundo de la crítica ha sido fundamental para poder desarrollar una mirada global hacia las películas, una mirada distanciada, si se quiere, para aprender a despojarme de las tentaciones del músico y a pensar únicamente en conseguir la mejor película posible. Ser un aliado para el director durante el proyecto. Aprender a mirar la película desde fuera, con todas sus complejidades, admirando cada una de las disciplinas que la conforman, es imprescindible para entender hacia dónde desea caminar la película y poder hacer así la mejor música posible. Me parece, además, imprescindible, como sociedad, que aprendamos a pensar las películas y a construir mecanismos que nos ayuden a relacionarnos de una manera más cercana con ellas. Espero poder seguir compaginando siempre la composición musical con la labor de la crítica cinematográfica.

P.- Ha recibido el encargo de poner música a dos documentales clásicos del cine mudo en la reciente edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, dentro de la sección ‘Camera Obscura’. ¿Qué ha supuesto esta experiencia?

R.- Es una de mis experiencias recientes más felices. Colaborar con el Festival de Cine de Las Palmas, que ha sido tan importante para mi formación cinéfila en todos estos años, y acompañando además a dos monumentos cinematográficos como ‘La carreta fantasma’ (Victor Sjöström, 1921) y ‘Nanook, el esquimal’ (Robert J. Flaherty, 1922), ha sido tanto un desafío como un trayecto apasionante. Me han permitido explorar el universo de la música electrónica, que era algo que había tenido muy pocas oportunidades de hacer, y además me ha permitido relacionarme con la música para el cine desde otro lugar. Es muy diferente componer la banda sonora para una película contemporánea, de la que eres testigo de su desarrollo, frente al ejercicio de dialogar con una pieza de un siglo de antigüedad y que, además, en estos dos casos, son dos de las más grandes obras de la historia del cine. Por eso es tan distinto al proceso de una banda sonora tradicional, porque supone dialogar con un objeto artístico de otro tiempo, en el que solo puedes ofrecer un reflejo de tu presente, un eco de tu propio tiempo que trata de leer esa película desde la sensibilidad de este momento. Por eso estos conciertos han supuesto un ejercicio de aprendizaje gigantesco y confío en que sea una relación con el Festival que se mantenga por muchos años.

P.- Cite una película y una banda sonora que guarde un lugar especial en su memoria sentimental.

R.- Creo que cada día podría responder algo diferente con respecto a esta pregunta. Hoy creo que podría citar ‘Las horas’ (Stephen Daldry, 2002), una película que juega mucho con el elemento musical como canalizador de un drama que sus protagonistas viven en su interior y que intentan esconder a toda costa. A veces, la música es capaz de hablar por los personajes, contarnos lo que sienten de verdad. La banda sonora de ‘Las horas’ está compuesta además por uno de mis autores favoritos, Philip Glass, un músico americano cuya obra supuso una influencia muy fuerte en los años en que empezaba a escribir mis primeras piezas para piano. Glass y ‘Las horas’ continúan siempre ahí, en mi subconsciente.

Trayectoria de Jonay Armas

Jonay Armas (Las Palmas de Gran Canaria, 1981) es pianista, compositor y crítico cinematográfico. Autor de dos álbumes para piano en solitario, ‘Nui’ (2015) y el reciente ‘Índigo’ (2019), presente en los Premios Canarios de la Música 2021 por resultar ganador del premio al mejor álbum de música melódica. Además, ha dedicado los últimos quince años a la composición de bandas sonoras para proyectos audiovisuales. Ganador de la Mejor Música Original en el Hendaia Film Festival por la Union des Compositeurs de Musiques de Films, ha sido nominado hasta en siete ocasiones a los Fimucité Awards y tres veces a los Jerry Goldsmith Awards.

Ejerce también como crítico de cine en la revista ‘Caimán’ y ‘Cuadernos de Cine’; posee un máster en Crítica Cinematográfica por la ECAM y es colaborador en la Revista Magnolia, además de creador de ‘La Butaca Azul’, web que propone itinerarios y sugerencias a través del cine contemporáneo. Titulado en órgano moderno, composición y armonía, combina la actividad crítica con su trabajo como piano solista y compositor para medios audiovisuales, desde bandas sonoras para el cine hasta el mundo publicitario.

Ha participado en los largometrajes ‘Nosotros y la música’  (Carlos Rivero, 2018), ‘La estrella errante’  (Alberto Gracia, 2018), ‘Europa’  (Miguel Ángel Pérez Blanco, 2017), ‘Los días vacíos’  (Daniel León Lacave, 2016), ‘El misterio de Aarón’  (Carlos Rivero, 2016) y ‘Crónicas del desencanto’  (Daniel León Lacave, 2014).

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